No inventaré la inútil mentira de la perpetuidad, mejor cruzar los puentes con las manos.

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Ensuciarme en su recuerdo.

La ventana estaba abierta y la luz de la luna hacía que la noche tuviera un color especial. Se me dio por pensarlo.
La cerveza, los libros del poeta oriental que tanto citaba y su manía de jugar con la correa de la persiana, luego del último suspiro de placer, hacían que extrañara sus largos dedos desprendiendo uno a uno los botones de la camisa. Vestirme de besos era lo siguiente.

Ya es tarde. Me está costando horrores dormirme. Y mi cabeza reproduce eternamente esa cancioncita que habla de aquel amor en la arena que se fue con las olas.

La temperatura bajó, así que cerré la ventana y mi cuarto se hizo oscuridad. Volví a pensar en él, pero esta vez con todo el cuerpo. Un escalofrío me recorría desde la puntas de los pies hasta el último y más alto pelito de mi cabeza, erizándome la piel... ardiente.

Ahora, toda la sala -que no es muy grande- estaba llena de él y de esa sonrisa demoníaca que me convencía de los pecados más impuros.

Y de repente, llaman a la puerta. El golpeteo se parecía bastante a la señal que me hacía cuando llegaba, pero no terminaba de convencerme. Abrí. Y ahí estabas, paradito. La oscuridad no me dejaba verte bien, pero podía distinguir tu remera de los Ramones que luego... luego te sacaría.

- No sabés cómo esperé este momento, me decía, mientras me hacía retroceder hacía la habitación, cerrando la puerta con el pie izquierdo.

Me vi presa de sus brazos; me guiaban a su cuerpo, como queriendo fundirme en él, y en cuanto las sábanas enredaron nuestras piernas, me desperté.

¿Dónde vas a dormir ésta noche?


La fragilidad de mi cuerpo hicieron que los besos de ese hombre me dolieran hasta el alma, todavía lo recuerdo.
Su mirada fija mientras sonaba la canción que me hizo escuchar mil veces hasta que prestara atención a la letra, y la frase que remarcaba siempre, la-maldita-frase que acabó con el cuento de princesas. Me sonrió y la música que sonaba se fue desvaneciendo, todo a su al rededor dejó de tener sentido. Estábamos solos, en un mismo sudor. Del después no me acuerdo, supongo que la excitación de su cuerpo y el perfume de su piel hicieron que me olvidara todo.

Tres deseos:


- Que te vaya bien.
- Que seas feliz.
- Que no se te vaya nunca la manía de besarme en los semáforos.

En-tus-recuerdos.

Me gusta el olor a lluvia, porque es como si estuvieras acá, aunque en realidad no estas. Me gusta, porque me recuerda a vos.Tiene tu perfume, o al menos el perfume que me imagino que tenes, desde que no estas conmigo. Y entonces cuando llueve, me gusta salir a la calle y empaparme de vos. El olor a lluvia me recuerda cuando te fuiste, y eso me hace sentir un poco mejor porque, sin quererlo, me recuerda que algún día viniste con la lluvia para quedarte. El olor a lluvia me gusta, y tal vez porque hace que sienta que te tengo al lado, o por lo menos bastante mas cerca. Entonces, cuando llueve y estoy sola, pienso en donde estarás, que estarás haciendo. Y me imagino, que el olor a lluvia te va a hacer pensar en mi. Porque yo también tenía olor a lluvia en-tus-recuerdos. Y entonces me gusta cuando llueve. Porque creo que es el momento, en que vos y yo nos encontramos.