La fragilidad de mi cuerpo hicieron que los besos de ese hombre me dolieran hasta el alma, todavía lo recuerdo.
Su mirada fija mientras sonaba la canción que me hizo escuchar mil veces hasta que prestara atención a la letra, y la frase que remarcaba siempre, la-maldita-frase que acabó con el cuento de princesas. Me sonrió y la música que sonaba se fue desvaneciendo, todo a su al rededor dejó de tener sentido. Estábamos solos, en un mismo sudor. Del después no me acuerdo, supongo que la excitación de su cuerpo y el perfume de su piel hicieron que me olvidara todo.